lunes, 8 de junio de 2009

A la aventura vol. 5. África.


A pesar de que desde bien jovencito se me auguraba un futuro prometedor en cuestiones sexuales puesto que, según cuenta la leyenda, al segundo de entrar en este mundo ya estaba tocando una vagina, la experiencia y un más que cuestionable palmarés conquistatorio se han encargado de echar por tierra tan triunfal hipótesis. Y fue ese destino de infortunios y malentendidos con el mundo femenino el que acabó mandándome a tierras africanas.

Sería justo a la hora de la cervecita, no más de las ocho de la mañana, cuando me disponía a comenzar una nueva jornada en mi nuevo trabajo de Ponedor Oficial de Pegatinas de Cerrajeros 24 horas. Mi labor consistía en inundar de adhesivos todas las puertas de garajes, cañerías y frentes de trabajadores medio sonámbulos del metro de la ciudad de Moscardó, donde me refugié desde mi última aventura valenciana. De repente y en plena faena, un autobús paró delante de mis narices (la izquierda y la derecha), con el pretexto de que al conductor se le había metido en el ojo un animalillo, en concreto un setter inglés de raza pura.

- Delicado usted también- le pinché mientras Aniceto, que así se llamaba el caballero, hurgaba su ojo mirando a Venus.

- Si es más que nada porque el otro día se me metió un gato y no quiero bullas- respondió.

- Entonces bien. ¿Necesita que le eche una mano?, dígamelo que la tiro fuera y la cambiamos por otra. Será por manos.

Aniceto, al oír mi buena y natural predisposición a lo que fuera menester, dejó por un momento de magrear su córnea, pidió disculpas a un sorprendido transeúnte por usar uno de sus dedos para tal forcejeo, y me miró fijamente. El transeúnte, por cierto, se fue a la suya.

- O la intuición me engaña, o usted es una bellísima persona que se merece la gloria bendita- Aniceto dixit, justo en el momento que se le caía del ojo una Rieju Drac de hacía años.

- Lo segundo- apunté mientras le propinaba una palmadita en la espalda para básicamente hacerme el guay y ya de paso dejarle una pegatina de Cerrajeros Gomis tel. 963525536 en su americana, a modo de cuchufleta.

- Amigo, está usted de enhorabuena. Llevo un autobús con ni más ni menos que 50 preciosidades de mujeres en busca del placer más absoluto. ¿No querría usted ayudarlas en su tan sugerente misión? Será bienvenido. Anda, suba, y deje ya de darme palmaditas en la espalda, que a la que hacía 28 le he pillado la broma, so guasas.

- Se las sabe todas, bribonazo.

- ¿Y bien?

- No me diga más. Ni en mis sueños más placenteros imaginé una oportunidad así.

Y allá que nos fuimos.

Que digan lo que quieran, pero ir 36 horas con un bus lleno de monjas camino a encontrar el placer espiritual ayudando a los más desfavorecidos de África, tiene su cosa. Ahora bien, otra cosa es que esa aventura coincidiera con mis expectativas. Fuera como fuese, yo me sentía importante en esa misión. Porque nunca sabes cuando un africano puede necesitar un Ponedor Oficial de Pegatinas de Cerrajeros 24 horas. Porque al continente africano le debemos legados tan importantes como el cous cous, las dos fichas que te dan si lo conquistas en el Risk, y nuestro merecido complejo de picha cortas. Así que, erigiéndome como líder de la expedición, cogí el micrófono, y me lancé a convencer al personal de mis aptitudes con un discurso cautivador:

- Se abre el telón y se ve cómo Sherlock Holmes y Watson observan un caballo montando una yegua. Se cierra el telón, ¿Qué le dice Holmes a su compañero? Semental, querido Watson.

Descomunal fue la risotada de las monjas, aunque nada comparable con la ovación que siguió después fruto del Padrenuestro que interpreté a eructazos. Las tenía en el bolsillo. Poco a poco, y después de convencerlas que en un sitio tan pequeño era incomodísimo viajar, volvieron a sus asientos y todas se fueron quedando dormidas. Bueno no, todas no, todas menos Sor Ámbula. Lo siento.

Unas cuantas horas después, exactamente bastantes, ya en barco y en aguas africanas negras como el carbón, Aniceto intuyó con unos prismáticos Fisher Price lo que parecía ser el asentamiento de una tribu. Unas cabañas, un riachuelo y una hoguera fueron las pistas para cerciorarnos de que efectivamente allí había vida humana. Bueno, eso y un gran cartel publicitario de Gaseosas La Revoltosa que patrocinaba la comunidad indígena en cuestión.

- La tribu de Adoradores de Mónica Naranjo les da la bienvenida. Antes de entrar hagan el favor de pasar los pies por la alfombrilla pues dudo mucho que después limpien ustedes- se oyó por los cascosguía para el turista que nos encontramos en la arena nada más bajar, con la Primavera de Vivaldi de fondo formato MIDI.

- Muy amables, en agradecimiento, la hermana Milagros y yo misma les hemos preparado unas empanadillas de boniato, por el acercamiento de culturas y eso- medio gritó al aire la hermana Nazarina, pelín desconcertada por no saber bien a quién dirigirse.

- Se agradece, pero que comentábamos por aquí que a ver cuándo cojones salen de España monjas que les dé por preparar marisco, paella del senyoret o similares manjares de exquisita fama porque estamos del boniato, del cabello de ángel y de los buñuelos de calabaza hasta el mismísimo húmero, relinda- volvió a oírse por los cascos.

De repente, de entres arbustos y árboles de navidad allí plantados, nos rodeó una gran comitiva de nativos africanos cantando a coro aquello de “emocionados, agradecidos, solamente queremos decir, gracias por venir”, seguido de un castillo de fuegos artificiales de la pirotecnia Caballer. Astuta estrategia para que nos confiáramos, pues tan majestuoso recibimiento tuvo su broche de oro en un calvo colectivo de los nativos, con tanto garbo y orden que, con una letra en cada nalga se podía leer en un perfecto castellano la siguiente proclama: “LA HABEIS CAGADO”. Sin tiempo a plantearnos la posibilidad de parlamentar con los salvajes para encauzar la situación, las monjas y servidor huimos como buenamente pudimos: unos a salto de mata, otros escondiéndose en las alcantarillas, otros cogiendo un taxi... sólo Aniceto, que no había visto la amenaza porque se estaba quitando una caña de un cohete del castillo que le había metido en el ojo, quedó preso de los malvados negritos.

Por mis partes, después de tres horas y sesenta minutos de huida a la desesperada, el azar me hizo toparme con un Kentuky Fried Chicken, pero por supuesto, allí no había ni cristo para ayudarme. Así que seguí deambulando por la selva hasta que, entre un matorral y una señal de la ORA, distinguí por fin un rostro que podía ser mi salvación.

- Isabel Pantoja?

- Y dale. Que soy el Rey León. Un día de estos me depilo sólo para a ver si así me confunden por lo menos con Britney Spears- dijo el felino.

- Coquetón, no hay tiempo para lamentos. Tengo un compañero en manos de la Tribu De Adoradores de Mónica Naranjo y necesito tu ayuda, estimado salvaje.

- Mira, pues te voy a echar una mano sólo por joder a los republicanos esos y porque me dedicasteis un modelo de Seat. Y salvaje tu tía.

Así que, saltando a los lomos de la bestia, salimos al galope para salvar a Aniceto. A las dos horas de camino cambiamos, y fui yo quien le tuvo que llevar al caballito porque Su Majestad estaba sofocado por el Poniente. Cerca de la hora de cenar llegamos al campamento. Desde la lejanía y agazapados para no ser vistos, distinguimos a Aniceto dentro de una olla gigante en la que un indígena dejaba caer cebolleta, champiñón y calabacín previamente tallado. Luego, paró un instante para fijarse en el libro de recetas que tenía medio abierto en un lado, y le echó unas patatas. Antes de echarse un cigarrito para descansar de sus labores culinarias, cogió a Aniceto de la oreja y le dijo algo así (estábamos muy lejos, no se podía oír bien) como “con lo que me está costando de hacer la cena, como te cagues dentro te mato”. Esto ya me indignó. Podía pasar que se lo quisieran comer, pero nadie tiene derecho a estirar de la oreja a nadie, que después bien que se te agrandan y en el colegio te recuerdan con mofa que el viento son tus orejas en movimiento. Sin pensárnoslo, Rey León y yo salimos de nuestro escondrijo, y nos plantamos delante de ellos. El animal tomó la palabra.

- Como Rey de la Selva que soy, es para mí una honda satisfacción pediros que soltéis al reo.

- Qué campechano!- opinó Aniceto, mientras picaba una oliva de la olla.

- Vaya, vaya- se interpuso el cocinero mirando al león, en plan burlón asqueroso- el del vídeo de youtube que va cazando crías pequeñas de búfalos por ahí y al final le meten una paliza…

No bastaron más ironías amenazantes para desatar la ira que Rey León y yo llevábamos acumulada. Mientras él iba desplomando uno a uno con su aliento, yo les amordazaba/ paralizaba con mis pegatinas de cerrajero que llevaba en el bolsillo. Después de una dura batalla con descanso de diez minutos incluido pactado por ambos lados para ver el Telecupón, el triunfo se decantó por fin a favor del bando civilizado. Tan distraídos estábamos celebrando la victoria Rey león y yo, que se nos olvidó por completo sacar a Aniceto de la olla. Cuando nos dimos cuenta, parecía que aún podíamos salvarlo de morir cocinadito con su verdurita, sus patatitas y su caldito, a parte del buen olor que hacía, pero no.

- Muslo o pechuga?- ofrecí unos minutos después, mientras el animal se acomodaba en una silla y se ponía una servilleta.

- Muslo, si’l vous plait.

Y me sonrió. Y pasamos una noche maravillosa. Y como de Aniceto sólo quedaron los huesos, hicimos con ellos una cortina de esas que hacen ruido cuando las mueves en su honor. Y le dedicamos además “Chá chá chá de amor” y le recreamos el baile de Dirty Dancing. Y al día siguiente partí rumbo hacia tierra desconocidas, intentando recordar cuántos y tan gloriosos nadadores africanos han ganado medallas en natación. Y como no me salía ninguno pensé entonces en españoles. Y tampoco.



Y sí, me he modernizado. He musicado todas las entradas de esta gran colección "A la aventura". No se pierdan el videoclip con el que concluyo mi viaje a Valencia, vol 4.

Continuará.

6 comentarios:

Reverendo Hoover dijo...

Se ha cambiado el tipo de letra no por un cambio de look, si no porque en algunos ordenadores no se lee bien. Si aún sigue sin leerse como Dios Manda, háganmelo saber que ya muevo hilos yo.

Juan Ballester dijo...

En el mio se lee perfecto, Reverendo. Has tardado, pero ha merecido la pena esperar. Esa mezcla que utilizas de realidad, imaginación, recuerdos, fobias, cachondeo, surrealismo...
Genial, de verdad.
Gracias

El superintendente Vicente y el Capitán RMK dijo...

Impresionante, me he reído tanto que he llorado y con las lágrimas se me ha sacado una réplica de El Miquetet escala 1:1 que se me había metido en el ojo.

Desconozco los mandamientos de la ley de dios acerca de cómo deben leerse los blogs, pero en el mío se lee estupendísimamente. Eso sí, yo tengo un señor ordenador a todo color marca Hacendado.

Y respecto al himno de valencia en francés, no tengo palabras, ni siquiera esdrújulas. Y eso que yo antes tenía muchas, pero ahora ya no.

Un saludo,

Reverendo Hoover dijo...

Gracias mozos por los halagos, ya sacamos cuentas y me decís lo que se debe.

Anónimo dijo...

Hola Reverendo, vaya hombre ya era hora me tenias un poco intrigad@ desde el vol. 4, ya tardabas...muy bueno ehh, y sobretodo la MUSIQUITA, bien bien.

Reverendo Hoover dijo...

Querid@ anonim@, gracias muchas, y no temas, que queda Reverendo desde El Ferrol hasta La Vall. La de Laguart o la que sea. Besos o abrazos, según.